21/5/2016

La revolución de la criptografía autónoma

El blockchain es un software de encriptación distribuido que colapsa la función de onda del famoso medio es el mensaje macluhiano, porque el medio y el mensaje son lo mismo, lo que hace emerger un nuevo espacio de posibilidad, a propósito de la organización de la sociedad. El blockchain es un ejemplo de estructura algorítmica que promete un modelo descentralizado, capaz de superar las jerarquías de poder, imaginando radicalmente nuevos proyectos y espacios de autonomía.


Las criptomonedas como bitcoin, están basadas en este sistema de bloques estructurados en cadena. Cuando se realiza una transacción entre emisor y receptor, o sea, entre pares –peer to peer– queda almacenada en un bloque, y un algoritmo criptográfico la certifica, generando una firma que protege su validez, mientras toda la cadena de bloques –blockchain– registra la nueva información. Se trata de un sistema de consenso distribuido, protegido y privado. Los usuarios almacenan una copia del blockchain y realizan actualizaciones periódicas para sincronizar la última versión de la base de datos. Cada usuario puede verificar los balances de otros usuarios, el orden de las transacciones y la información que se ha incluido en ellas, lo que elimina la necesidad de delegar el almacenamiento y gestión de datos en entidades o instituciones centralizadas. El sistema no puede ser más robusto, puesto que todos los pares tienen almacenados todos los datos, sin que puedan ser alterados o censurados.

Revolución de abajo arriba

Según la filósofa futurista Melanie Swan, directora del Instituto para el Estudio Blockchain, la primera ola de Internet ha estado basada en la  transferencia de información pero, a partir de ahora, lo importante va a ser la transferencia de valor. Y toda interacción humana que necesite transferir valor, ya sea dinero, capital, acciones o contratos, va a poder ser realizada con blockchains, sin que se requiera una autoridad central o intermediarios. La ejecución es fácil, barata, rápida, segura y auditable. De hecho, «todo el dinero y capitales a nivel mundial podrían estar registrados en bloques», sugiere Swan; «y los documentos con copyright o sujetos a propiedad intelectual, podrían certificarse mediante la firma digital del blockchain, sin necesidad de publicar su contenido». Otros proyectos quieren explorar las posibilidades que ofrece la criptografía para la gobernanza y las instituciones públicas, imaginando, por ejemplo, nuevos sistemas de voto para que los ciudadanos puedan participar de manera más frecuente y proactiva en las decisiones políticas, mediante un sistema auditable, privado y de confianza que eliminaría cualquier sospecha de manipulación electoral.

Ciudadanos con conciencia algorítmica

Los avances en tecnologías biosintéticas, la impresión en 3D, el aprendizaje profundo de la Inteligencia Artificial y la Realidad Virtual, son asombrosos para su contexto específico. Sin embargo, el blockchain presenta una capacidad de revolución estructural tan perturbadora que puede llegar a revolucionar el sistema de abajo arriba.

Si la revolución es positiva o negativa, dependerá de la actitud y motivaciones humanas, para variar, ya que la tecnología subyacente es, en el mejor de los casos, ambigua. Como siempre, dependerá de quién se apropie de ella… Lo que el blockchain permite son posibilidades de acción y, lo que es más importante, nuevas responsabilidades. Permite que, ciudadanos con conciencia algorítmica, se expandan y maduren en nuevos dominios de experiencia. En un giro que podría denominarse criptocopernicano, de repente se hace posible cambiar la fuente de autoridad institucional externa para que emane de la autonomía y libertad de los individuos. Es precisamente la Ilustración que soñaba Kant pero con el añadido de que, más allá del conocimiento, promete nuevos modelos de economía y gobierno gracias a una relación distribuida, agregada y tecnológicamente empoderada.