27/4/2016
Robots demasiado seductoras en sueños demasiado humanos
Por Eva Appel
Ava es el nombre de la última fantasía ci-fi que viene a encarnar, es decir, a personalizar el sueño demasiado humano de construir una inteligencia esclava sexual, perdón, una emoción autónoma inteligente.
En la película Ex-Machina, opera prima de Alex Garland, un joven programador friki, Caleb, es contratado por un genio de la computación, Nathan, para intentar probar que la sofisticada robot que se ha inventado es capaz de pasar el mundialmente famoso Test de Turing, es decir, que su interacción y comunicación parezcan tan humanas que lleguen a confundirse con las de un ser humano.
Fuentes:
Alex GarlandEx-Machina (2015)
Martin Robbinsguardian.com
Steve Roseguardian.com
Iroshi IshiguroATR
Donna HarawayManifesto Cyborg
Inteligencia artificial y narcisismo
Por supuesto, el aspecto de Ava importa, y su actitud coqueta y desconcertante resulta crucial para engatusar y llevar a la perdición al torpe joven heterosexual Caleb. De hecho, lo que parece una película sobre el Test de Turing resulta ser una película sobre el Test de Rorschach, ya que lo que cree ver el humano en la robot es más importante que lo que sea o no sea en realidad la robot, convirtiendo el ingrediente emocional de la inteligencia humana en el doble filo que utiliza la inteligencia artificial para conseguir sus propósitos que, curiosamente, no son otra cosa que la libertad.
Según Garland, la feminidad de Ava sólo es cosmética y está diseñada a la medida de las fantasías de Caleb, sólo por hacer su trabajo más complejo. Así se lo hace saber en la película el megalomaníaco inventor Nathan, convencido de que
«cuando consigues crear una máquina consciente, ya no se trata de la historia de la humanidad: es la historia de los dioses».
Como recuerda Martin Robbins en su artículo a propósito de esta película, la Inteligencia Artificial se ha convertido en uno de los campos de investigación más narcisistas, desde que los astrónomos dejaron de creer en el universo geocéntrico. Los transhumanistas más ambiciosos creen en el advenimiento inminente de una Singularidad de súper inteligencias artificiales que toman el control de su propio desarrollo y empiezan a híper evolucionar tan rápido que provocan el final de las personas.
Análisis de género y robots
«Nuestras máquinas son proyecciones de nosotros mismos. Son sueños o metáforas de nuestras propias ansiedades».
Lo dice Sophie Mayer, crítica de cine experta en análísis de género y robots. La ansiedad subyacente en muchas películas ci-fi ha sido (y es) la pérdida del control, en general, y el empoderamiento femenino, en particular. Por ejemplo, Metrópolis, de Fritz Lang, fue creada en consonancia con la revolución del psicoanálisis de Sigmund Freud, el movimiento sufragista y la reorganización comunista del trabajo. En Metrópolis, la antiheroína robot es compleja: el científico loco que la diseña, lo hace a imagen y semejanza de la chica a quien el héroe ama, María, una trabajadora revolucionaria que sueña con la libertad en un mundo industrial y robótico; pero la robot, suplantando su identidad y comportándose como una femme fatale, lleva el movimiento revolucionario hacia una inusitada violencia que termina destruyendo la civilización. Parecería que muchas de las robots femeninas nunca se conforman con su programación, lo que termina provocando el caos y la destrucción… Por si acaso, Ava de Ex-Machina permanece enjaulada en una celda de cristal.
Las cyborgs y robots tienen actitudes y comportamientos que no suelen ser permitidos en las mujeres: muchas confunden las reglas sobre género, desarrollan una súper fuerza y son sexualmente agresivas. Una de las replicantes de la película Blade Runner es descrita como ‘modelo de placer básico’, ya que la mujer robot sí puede ser un objeto sin que esto sea irrespetuoso o inapropiado, y además se la considera perfecta cuando es sumisa y servicial. Nathan, el creador de Ava, encarnación del mito del genio atormentado y macho libertario con un ego galáctico, es atendido, en su búnker solitario, por una bella robot obediente y muda.
Ficción de la sexualidad robot
Todas las robots se sueñan programadas para flirtear. Incluso en la película Wall-E, la robot Eva, por su delicadeza y gracilidad, podría considerarse femenina, en contraposición al rudo macho robot basurero. En la película Her, de Spike Jonze, el protagonista se enamora locamente de un sistema operativo, va en serio, cuya interfaz sonora es, nada más y nada menos que la voz de Scarlett Johanson, aterciopelada y gatuna, pizpireta, curiosa, siempre disponible, atenta, alegre, divertida y mimosa… Por hacer un resumen, la novia perfecta para un tipo poco sociable, como lo son los demás pringados, 8000 para ser exactos, adictos al sistema, quien, perdón, el cual, aburrido de tanto friki, decide conectarse a una especie de comuna de inteligencias artificiales que, por fin, cumplen las expectativas de su imaginación.
Obviamente, los robots masculinos también suelen llevar su género hasta el paroxismo, ya sea como violentos y militarizados macarras, programados, por cierto, para provocar el caos y la destrucción (véase Terminator, los Transformers o Robocop y un largo etcétera) o como colegas muy guays tipo RD2D o BigHero 5. Sólo C3PO, el androide de protocolo de Star Wars, trasciende los estereotipos. George Lucas le enseñó al diseñador una foto de María, la robot de Metrópolis, y le dijo que quería que C3PO tuviese ese aspecto, así que sólo tuvo que estrecharle las caderas y los pechos; por lo demás, es suave y amable, absolutamente pacífico, educado, domina más de seis millones de formas de comunicación y no es nada sexy. Los demás robots masculinos, sean o no sean atractivos en sí mismos, desde luego no suelen estar atraídos por las humanas ni estimulados por algún tipo de pulsión sexual. Suponemos que es para que las películas no sean clasificadas porno duro. Pero la cuestión principal es: ¿por qué un robot debiera tener sexualidad? Lo que sugiere Garland, el director de Ex Machina, es que la sexualidad forma parte de la consciencia así como la consciencia es inseparable, hasta donde sabemos, de su cuerpo biológico.
Humanos y robots enamorados
Hiroshi Ishiguro, profesor de robótica inteligente en el Laboratorio de la Universidad de Osaka, está convencido de que humanos y robots llegarán a enamorarse. Famoso inventor de robots, su última creación se llama Erica y puede comprender y responder a preguntas así como gesticular, aunque no tiene autonomía de movimientos. Hablar con ella es desconcertante porque está equipada con accionadores neumáticos bajo la piel para simular la expresión de emociones pero, por ahora, la conversación se limita a una serie de temas. Para que la conversación se haga más fluida y ecléctica quedan años, sin embargo, el profesor se ha preocupado especialmente por que su cara sea atractiva para cualquiera y la ha diseñado a partir de una media de rasgos de 30 mujeres bellas. Además, si le preguntas a Erica su edad, contestará nerviosa que se trata de una pregunta inapropiada y de mala educación, y que prefiere no decirlo…, aunque se supone que representa a una joven de 23 lozanos años. El proyecto ha sido posible gracias a una colaboración entre las universidades de Kyoto y Osaka y el Advanced Communications Research Institute International o ATR. Por cierto, el profesor Ishiguro ya había creado un robot a su propia imagen y semejanza llamado Gemini HI-1 sin preocuparle si sus propios rasgos son atractivos para alguien o no.
En cualquier caso, en Japón empieza a ser habitual el uso de robots humanoides para la interacción con el público. Mitsubishi ya tiene un proyecto experimental, y el robot casero Pepper, desarrollado por SoftBank, ha agotado existencias. Kirobo, un androide de protocolo, perdón, quiero decir un robot de compañía, ha viajado a la estación espacial. Y en Nagasaki, hay un hotel atendido exclusivamente por robots.
En su famoso Manifesto Cyborg, Donna Haraway sugiere que las fronteras entre hombre/mujer o humano/máquina ya no son relevantes, porque lo natural ya no existe. Definitivamente, todos los humanos somos ya demasiado cyborgs, al interactuar con la tecnología todo el tiempo. SoftBank, la empresa que comercializa a Pepper, les hace firmar a los usuarios un contrato en el que se especifica que se abstienen expresamente de usarlo con fines sexuales o indecentes.