30/11/2010
Subjetivización cognitiva
Por Franco Berardi
Los últimos años han sido testigos de un nuevo marco sociotécnico de subjetivización contemporánea. Y quiero preguntarme si es posible, en la era presente, un proceso de autodefinición, autónomo y colectivo. El concepto de Intelecto General asociado al pensamiento post-operaísta italiano de los 90 —Paolo Virno, Maurizio Lazzarato, Christian Marazzi— pone su énfasis en la interacción entre trabajo y lenguaje: el trabajo social es la recombinación sin fin de una miríada de fragmentos que producen, elaboran, distribuyen y decodifican signos y unidades de información de todo tipo. Cada segmento semiótico producido por un trabajador de la información debe encontrarse y encajar con otros segmentos semióticos innumerables para configurar el marco combinatorio de la infomercancía, del semiocapital.
El semiocapital pone a trabajar energías neuropsíquicas, sometiéndolas a su rapidez mecánica, obligando a la actividad cognitiva a seguir el ritmo de la productividad en red. Como resultado, la esfera emocional vinculada a la cognición es forzada hasta el límite. El ciberespacio satura el cibertiempo; porque el ciberespacio es una esfera ilimitada cuya rapidez se puede acelerar sin límites, mientras que el cibertiempo (el tiempo orgánico de la atención, memoria, imaginación) no puede acelerarse más allá de un determinado punto sin que se agriete. Y, de hecho, se está agrietando, colapsándose bajo el esfuerzo de la híperproductividad. Una epidemia de pánico y depresión se está extendiendo a través de los circuitos del cerebro social. La actual crisis de la economía global tiene mucho que ver con este ataque de nervios. Marx habló de sobreproducción, en referencia al exceso de mercancías disponibles que no podían ser absorbidas por el mercado social. Pero hoy en día es el cerebro social el que es asaltado por un abrumador surtido de mercancías que reclaman su atención. La fábrica social se ha convertido en la fábrica de la infelicidad: la línea de montaje de la producción en red está explotando directamente la energía emocional de la clase cognitiva.
Me gustaría destacar el problema de los límites orgánicos, el cual queda eclipsado habitualmente por el énfasis que se hace en el potencial ilimitado de la tecnología. Deberíamos hablar de la tecnología en un contexto, y el contexto actual está orientado culturalmente hacia la conectividad económica. Los productores de información son neurotrabajadores. Su sistema nervioso actúa como terminal receptora activa. Estos neurotrabajadores son susceptibles de activación semiótica a lo largo de todo el día. ¿Qué precio emocional, psíquico o existencial, exige ese constante esfuerzo cognitivo de electrocución cognitiva permanente? La aceleración de las tecnologías en red, la condición general de precariedad y de dependencia en el trabajo cognitivo, inducen efectos patológicos en la mente social, saturando el tiempo de atención, comprimiendo la esfera emocional y la sensibilidad, tal y como muestran los psiquiatras, quienes han observado un incremento de la depresión maníaca y del suicidio en la última generación de trabajadores.
La colonización del tiempo ha sido un asunto fundamental en la historia moderna del desarrollo capitalista: la mutación antropológica que el capitalismo produjo en la mente humana y en la vida cotidiana, transforma, sobre todo, la percepción del tiempo. Pero ahora estamos saltando hacia lo desconocido; las tecnologías digitales han permitido una aceleración absoluta y han producido un cortocircuito en el tiempo de atención. Los infotrabajadores están expuestos a una masa creciente de estímulos que no se pueden manejar según las modalidades intensivas de ‘placer’ y ‘conocimiento’; la aceleración lleva a un empobrecimiento de la experiencia. Más información, menos significado. Más información, menos placer.
La sensibilidad se activa en el tiempo. La sensualidad es lenta. La elaboración profunda, intensa, se convierte en imposible cuando los estímulos son demasiado rápidos. Un proceso de desensibilización se produce en esa intersección entre el ciberespacio electrónico y el cibertiempo orgánico. La perspectiva de subjetivización individual y de subjetivización social tiene que ser reenmarcada en este contexto, por lo que surgen una serie de preguntas radicales: ¿Es todavía posible imaginarse un proceso de subjetivización y de solidaridad social? ¿Es todavía posible imaginarse un movimiento, en el sentido de proceso colectivo, de transformación intelectual y política de la realidad? ¿Es todavía posible fraguar una autonomía social del dominio capitalista en el marco psicoeconómico del semiocapitalismo?
Desmantelar el intelecto general
El rechazo al trabajo, que se puede definir mejor como el rechazo a la alienación y a la explotación del tiempo para vivir, ha sido el motor principal de la innovación, del desarrollo tecnológico y del conocimiento. La composición orgánica del capital (como una relación entre trabajo muerto y trabajo vivo) cambió progresivamente a través del siglo XX, ya que la resistencia de los trabajadores, su sabotaje e insubordinación, forzó a los capitalistas a alquilar ingenieros para reemplazar el trabajo humano con máquinas, lo que provocó una mejora en la esfera del trabajo intelectual y de la actividad cognitiva vinculada a la producción de valor.
Los años 90 fueron una década de alianzas: el trabajo cognitivo y el capital riesgo se encontraron y fusionaron en las puntocom. Las expectativas eran elevadas, a juzgar por el tamaño de la inversión, y la creatividad se convirtió en una característica inherente al trabajo social. Entonces, tras el estallido de la burbuja puntocom en la primavera del año 2000, el neoliberalismo rompió la alianza entre trabajo cognitivo y capital riesgo. Usando la misma tecnología, el neoliberalismo se las arregló para subvertir la relación de poder, social y política, entre trabajo y capital. Hasta donde podemos ver ahora, el resultado de la política neoliberal es una reducción general de los costes laborales. Y un empobrecimiento de los cognitarios. Ambos, trabajo industrial, deslocalizado a las áreas periféricas del mundo, y trabajo cognitivo, se han devaluado y están mal pagados, ya que la precariedad ha fragmentado y finalmente destruido la solidaridad social. Es en este nuevo contexto, definido por la precariedad del trabajo cognitivo, en el que debemos repensar la cuestión de la subjetivización.
Justo después del colapso financiero de la primavera del 2000, el crash de las puntocom y el derrumbe de grandes corporaciones como Enron o WorldCom, el economista y filósofo suizo Christian Marazzi, un analista agudo de las implicaciones sociales de las crisis financieras, escribió un artículo sobre el peligro de privatización del Intelecto General, en el que predijo la tendencia que, diez años después, está en la cresta de la ola: la reducción de la financiación para investigación, la manipulación y militarización de la investigación financiada por el estado, y el empobrecimiento y precariedad del trabajo cognitivo.1
Si nos fijamos en las políticas de la clase dirigente europea neoliberal, nos damos cuenta de que están haciendo eso exactamente: en algunos países (como Italia) están reduciendo la financiación para educación e investigación, privatizando los colegios públicos y provocando una desescolarización a gran escala que ya ha empezado a mostrar signos que revelan una expansión de la ignorancia y del fanatismo.
En algunos países (como Francia), la financiación pública se destina cada vez más a aquello que pueda ser rápidamente transformado en política de crecimiento económico. Supeditar la investigación a los intereses económicos inmediatos reduce el papel de la investigación, la cual queda relegada a una mera herramienta de gobierno, destinada a la repetición de un marco existente de actividad social. Como los trabajadores cognitivos se ven forzados a la precariedad, también se les niega la posibilidad de decidir el ámbito de su propia investigación.
A largo plazo, esta tendencia borra las características del capitalismo avanzado. Como el coste salarial se reduce tanto que el explotar la fuerza física de un trabajador es más barato que buscar un sustituto tecnológico, el empuje hacia la innovación se ralentiza hasta estancarse. El interés por el beneficio inmediato prevalece sobre el desarrollo de la fuerza productiva a largo plazo. A pesar de las opiniones miopes que prevalecen en el campo de la economía neoliberal, un decrecimiento en el coste salarial sugiere que el impulso progresista del capitalismo se está desvaneciendo: el capitalismo se convierte en un factor de no-civilización, de regresión intelectual y tecnológica.
1.‘The Privatization of the General Intellect’Christian Marazzi
Cognitarios en busca de cuerpo
Los cognitarios son aquellos que encarnan al Intelecto General en sus distintas formas: procesan información para crear mercancías y servicios. Como la función cognitiva de la sociedad está inscrita en el proceso de valorización del capital, el mosaico infinitamente fragmentado de actividad cognitiva se convierte en un proceso fluido dentro de la red telemática universal, redefiniendo la forma del trabajo y del capital. El capital se convierte en el flujo semiótico generalizado que corre a través de las venas de la economía global, mientras que el trabajo se convierte en la constante activación de la inteligencia de agentes semióticos innumerables, enlazados los unos a los otros.
Los cognitarios son el cuerpo social del alma en el trabajo en la esfera del semiocapital, pero este cuerpo se encuentra aislado del cuerpo de los otros. La forma de alienación que se está extendiendo en la vida de los cognitarios es una forma de sufrimiento físico que se escapa de la definición freudiana de neurosis. Si la definición de Freud persistía con la represión del deseo, el semiocapital empuja la demanda hacia la híperexpresión del consumismo: Just do it! Pánico, depresión y desactivación de la empatía; es ahí donde encontramos los problemas de los cognitarios.
Los trabajadores cognitivos precarios están obligados a pensar en términos competitivos. Te puedes hacer amigo de alguien en Facebook, pero la amistad genuina es muy difícil bajo las circunstancias de aislamiento virtual e intensa competitividad económica. Si queremos encontrar el camino hacia la subjetivización colectiva autónoma tenemos que generar conciencia cognitaria al respecto de un cuerpo social y erótico para el Intelecto General. El camino hacia la subjetivización colectiva autónoma empieza aquí: a partir de una inteligencia colectiva en busca de cuerpo.
Nuestra principal tarea política debe ser gobernada con las herramientas conceptuales de la psicoterapia y el lenguaje de la poesía, mucho más que con el lenguaje de la política y las herramientas conceptuales de la ciencia política moderna. El organizador político de los cognitarios debe ser capaz de eliminar el pánico y la depresión, de hablar de una manera que sensiblemente promulgue un paradigma de cambio, una resemiotización del campo social, un cambio en las expectativas sociales y la autopercepción. Estamos obligados a reconocer que tenemos un cuerpo, un cuerpo social y físico, un cuerpo socioeconómico.
Los ciberoptimistas estaban de moda en los 90, y eran capaces de traducir el espíritu de esa alianza entre fondos de inversión y artistas o ingenieros. Pero la alianza se rompió en los años de Bush, cuando la tecnología fue supeditada a las leyes de la guerra y el capitalismo financiero provocó un colapso que todavía puede llevar a la destrucción de la civilización moderna.
Hoy en día los ciberoptimistas suenan falsos, como publicistas de un producto podrido. En su libro reciente, You are not a gadget, Jaron Lanier, la misma persona que creó las herramientas de la Realidad Virtual, escribe:
Los verdaderos creyentes de la mente colmena parecen pensar que un número elevado de capas de abstracción en un sistema financiero no puede entorpecer la eficacia del sistema. Según la nueva ideología, que es una mezcla de cibernube y de neoeconomía á la Milton Friedman, el mercado no sólo hará lo mejor, sino que lo hará mejorcuanto menos gente lo comprenda. No estoy de acuerdo. La crisis financiera provocada por la crisis de hipotecas en EEUU en 2008 fue un caso en el que demasiada gente creía demasiado en ‘la nube’.2
2.You Are Not A GadgetJaron LanierNew York: Random House2010
Gobernancia y subyugación cognitiva
En la presente y agonizante fase de neoliberalismo (una agonía que es más feroz y destructiva que las fases previas) los gobiernos europeos están organizando un asalto al sistema educativo y, particularmente, a la investigación científica, como parte de la guerra contra el trabajo cognitivo, una guerra que pretende su subyugación. El sistema universitario en Europa está basado en una gran cantidad de mano de obra precaria, mal pagada o voluntaria. Los investigadores y los estudiantes han protagonizado protestas en contra de esta tendencia, con la idea de devolver el sistema educativo a su vocación inicial: un lugar de conocimiento no dogmático, de participación pública en la cultura. La investigación no puede ser sometida a un criterio de restricción utilitarista, ya que resulta muy útil para explorar soluciones que, aunque disfuncionales en el sistema actual, pueden revelar nuevos paisajes paradigmáticos. Éste es el papel de la investigación científica, sobre todo cuando nos enfrentamos a lo que parecen enigmas irresolubles dentro del paradigma capitalista.
La clase gobernante europea pretende reducir la investigación a mero método para la gestión de la complejidad. La ideología del gobierno está basada en la naturalización (‘hipostatización’, diría yo en jerga hegeliana) de la razón económica. La economía ha logrado el estatus de lenguaje universal, de último estándar de elección, aunque debiera ser, simplemente, una rama de conocimiento entre otras. El papel normativo que la economía ha adquirido no se justifica desde un punto de vista epistemológico y resulta devastador a un nivel social. Si la investigación está supeditada a la conceptualización económica, ya no es investigación, sino gestión técnica. La, así llamada, reforma del sistema educativo europeo lanzado en 1999 (el año de la Declaración de Bologna) pretende separar la investigación aplicada del cuestionamiento de los muchos fundamentos y finalidades del conocimiento científico, además de subyugar la investigación a los estándares de la evaluación económica.
Las implicaciones epistémicas de este movimiento son enormes: someten la investigación a las leyes del crecimiento económico y eliminan el propósito más importante del conocimiento, lo que Thomas Kuhn llama su función paradigmática. La capacidad de producir cambios de paradigma en el campo del conocimiento y en el campo experimental, depende del grado de autonomía que tenga la investigación respecto a los estándares establecidos de evaluación. Sólo cuando la investigación puede trabajar y descubrir y crear conceptos sin tener en cuenta los intereses sociales establecidos, puede el conocimiento moverse más allá de la repetición, y abrirse a nuevos perspectivas para la imaginación y la tecnología.
‘Gobernancia’ es la tecla para este proceso. La gobernancia produce pura funcionalidad sin significado, una automatización del pensamiento y de la voluntad. Implica conexiones abstractas en la relación entre organismos vivos, sometiendo tecnológicamente las elecciones a una concatenación lógica. Recombina fragmentos compatibles (compatibilizados) de conocimiento. ‘Gobernancia’ es la sustitución de la voluntad política por un sistema de automatismos técnicos que someten la realidad a un marco lógico que no puede ser cuestionado.
Estabilidad financiera, competitividad, reducción de los costes laborales, incremento de la productividad: la arquitectura sistémica de las normas de la UE está basada en estos fundamentos dogmáticos que no pueden ser retados o discutidos, porque están incustrados en la función técnica de los subsistemas de gestión. Ninguna enunciación o acción es operacional si no cumple con las reglas incrustadas en los dispositivos tecno-lingüísticos del intercambio diario.
‘Gobernancia’ es la gestión de un sistema demasiado complejo para ser gobernado. La palabra ‘gobierno’ significa ‘entendimiento (como reducción a un modelo racional) del mundo social’, y ‘capacidad de la voluntad humana (despótica, democrática, y así sucesivamente) para gestionar un flujo de información suficiente para el control de una parte relevante de la totalidad social’. La posibilidad de ‘gobierno’ requiere un grado de complejidad bajo en lo que se refiere a la información social. La complejidad de la información creció a lo largo de los últimos años de la era moderna, y explotó en la era de la red digital. Por lo tanto, la reducción de la información social a conocimiento exhaustivo y control político se convierte en una tarea imposible: el control se hace aleatorio, incierto, casi imposible, y un número creciente de acontecimientos escapan a la voluntad organizada.
Es en este punto en el que el capitalismo cambia al modo de ‘gobernancia’. Emplea una concatenación abstracta de funciones tecnológicas, en vez del procesamiento consciente de un flujo de información. Conecta segmentos sin significado, en vez de realizar una elaboración dialógica. Adapta automáticamente, en vez de formar consenso, utilizando un lenguaje técnico, en vez de un significado compartido que surja del diálogo y del conflicto. En vez de planificar, gestiona la desorganización. Evalúa la compatibilidad de agentes que entran en el juego social, en vez de mediar en intereses y proyectos políticos conflictivos. Y emplea la retórica de la complejidad sistémica, en vez de la retórica de la dialéctica histórica.
Buscar la autonomía
Como el modelo ‘gobernancia’ funciona perfectamente, hacia sí mismo, destruye el cuerpo social. Cuando Norbert Wiener conceptualizó el campo de la cibernética, argumentó que un sistema basado en retroalimentación positiva, como respuesta a la perturbación, incrementa la magnitud de esa perturbación. En contraste, un sistema que responde a la perturbación reduciendo su efecto, se dice que exhibe retroalimentación negativa.
Una lógica de retroalimentación positiva se ha instalado en la conexión entre tecnología digital y economía financiera, porque esta conexión tiende a inducir automatismos tecnológicos y psicoautomatismos también, llevando a la generación de tendencias destructivas. Mira el discurso de la clase política europea (casi sin excepción): si la desregularización produjo el colapso sistémico con el que la economía global se enfrenta ahora, necesitamos más desregularización; si la bajada de impuestos de las rentas altas llevó a una caída de la demanda, bajemos todavía más la carga impositiva para esas rentas…; si la híperexplotación resultó en una sobreproducción de coches no vendidos e inútiles, intensifiquemos la producción de coches…
¿Están locos? No lo creo. Creo que son incapaces de pensar en términos de futuro; se encuentran presos del pánico, aterrorizados por su propia impotencia; tienen miedo. La burguesía moderna fue una clase fuertemente territorializada, ligada a activos materiales; no podía existir sin una relación con el territorio y la comunidad. La clase financiera que domina la escena contemporánea no tiene apego ni al territorio ni a la producción material, porque su poder y riqueza están basados en la abstracción perfecta de unas finanzas multiplicadas digitalmente.
Y esta híperabstracción financiera-digital está liquidando el cuerpo viviente del planeta; y el cuerpo social. Sólo la fuerza social del Intelecto General puede reinicializar la máquina e inducir un cambio de paradigma, pero esto presupone la autonomía del Intelecto General, la solidaridad social de los cognitarios. Presupone un proceso de subjetivización autónoma para la inteligencia colectiva.
Franco Berardi, también conocido como ‘Bifo’, es fundador de la famosa Radio Alice, en Bologna, además de ser una importante figura del Movimiento Autónomo Italiano. Es escritor, teórico de los media y activista. Actualmente es Profesor de Historia Social de los Media en la Accademia di Brera, en Milán.